sábado, 15 de enero de 2011

Bosques y Ardillas

Este es un extracto de una historia que escribo actualmente, me gusta la belleza que emana de la escritura ...


(...) Me sentía completamente pérdida, hace ya mucho que no veía a Tai. La sensación de vacío en mi pecho comenzó a crecer, era como si alguien hubiera cavado con grandes espátulas allí justo encima de mi pecho, dolía, oh sí dolía, pero era un dolor bueno, si es que algún dolor puede ser bueno, este lo sería. Me recordaba que yo merecía estar aquí y siempre me ha gustado pagar por mis errores. Causa y efecto.
 Poco a poco comencé a perder la conciencia, el veneno de la serpiente debía estar haciendo su trabajo ya. Me sumergí en un limbo entre los sueños y las alucinaciones, leones con lenguas púrpura llenaban mi visión, mi padre sosteniéndome en el aire mientras me cantaba, y cuerpos, muchos cuerpos sin lógica. Poco a poco la bruma que cubría mis pensamientos se fue disipando. Allá arriba en el cielo pude ver los pájaros volando y posándose sobre las ramas de los robles y me maldije a mí misma por no haber apreciado la belleza que desprendía toda aquella paz antes, cuando estaba a salvo de los peligros que hoy me aquejan. Ahora la soledad me mata, Tai proporcionaba un gran alivio, pero él se fue, me abandonó en este maldito bosque. Ni siquiera me molesté en sentir su pérdida, o enojarme por su traición, ya nada quedaba. ¿De qué sirve lamentarse por lo ocurrido? Lo importante es saber cómo continuar, cosa que en estos momentos no sabía. A mi lado se escucharon algunos pasos, muy pequeños, como el correteo de una ardilla. Sus ojos eran verdes avellana iguales a los de mi madre, mi madre quién ahora debe estar desesperada por no saber mi paradero. Ella es todo para mí, como desearía tenerla ahora a mi lado, susurrándome que todo estaría bien, daría lo que fuera con tal de volver a verla. Y así fue como supe cómo continuar, me aferré a la luz de esperanza que mi madre proporcionó a mi voluntad y me levanté y seguí por el camino cubierto de agujas de pino. El aire olía a humedad, un exquisito olor a tierra mojada (...)

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